domingo, 20 de septiembre de 2020

Cuestión de clase

En realidad, todo es cuestión de clase. La pandemia también. Y no se trata (que también) de que no es igual hacer cuarentena siete personas en un piso de 45 metros sin reformar que en un casoplón. Hablamos de vivir o morir. Así lo indican las tasas de contagio y mortalidad según la renta. La letalidad del virus es hasta un 45% más elevada entre las poblaciones con rentas más bajas. Obviamente no es el virus, sino las condiciones sociales las que marcan esta diferencia.

Si al principio de la pandemia "descubrimos" que los trabajos esenciales para el funcionamiento de la sociedad son los más precarios y feminizados, ahora nos quieren hacer creer que la culpa del descontrol de los contagios es nuestra. Pues no. Quienes hemos mantenido la sociedad somos los que siempre la hacemos funcionar: los trabajadores. 

Mientras las administraciones permiten que las empresas incumplan sistemáticamente las medidas básicas en prevención de riesgos laborales, mientras nos obligan a ir a trabajar en transportes abarrotados, mientras mantienen colapsada nuestra sanidad, nos culpan a nosotros, que somos unos irresponsables. Criminalizan a la juventud, criminalizan a los inmigrantes...y ahora ya nos criminalizan a todos. La culpa de la extensión de la pandemia es de la forma de vida de los pobres. ¡Malnacidos!


Faltan rastreadores, centros de salud sin sanitarios, hospitales otra vez colapsados, faltan profesores, hay menos personal en las residencias que antes de la pandemia....¡y nos mandan policías!

Años de abandono de nuestros barrios, años de recortes sociales, sanitarios y educativos...nos dejan a nuestra suerte en la pandemia y ahora esto. No podemos permitirlo. ¡Ayuso dimisión!


   


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