martes, 18 de junio de 2019

La zafiedad no es arte

“Sería hipócrita decir que no estoy dentro del sistema: el sistema y el público siempre me ha tratado bien. A pesar de todo, siento una pulsión disidente, antisistema”. Declaración de Eduardo Casanova en El País sobre su nuevo libro Márgenes. La entrevista se adorna con unas pocas fotos del artista vestido de torero sofisticado, obra del diseñador Palomo Spain. Otra de esas figuras modernosas adorada tanto por conservadores y liberales como por progresistas millonarios. La gente del ocio, resumiendo. 

Esta declaración y otras del estilo “No soporto la fotografía social. Me interesa la persona, pero no lo que le rodea; me interesa mi realidad, la de mi casa, que es de color… del color que sea” o “Me robaron, algunos se pusieron a practicar sexo… Pero me siguen interesando más ellos que las modelos de la fashion week” a medios periodísticos elitistas como Vogue o la revista gay Shangay no tendrían ninguna relevancia si no fuese por el tema que el artista aborda en su reciente obra.

Márgenes es un foto libro que incluye imágenes de personas que viven en la más sangrante exclusión social. Aparecen fotografiadas en la cama de Casanova. “Un camino del negro al rosa” en sus palabras. Por su lecho de sabanas de raso fucsia pasan hombres y mujeres extraídos de entornos desfavorecidos como poblados, guetos o barrios desfavorecidos (Casanova prefiere el término barrios conflictivos).

Para evitar la tupa de críticas que puede recibir, ha manejado rápido sus declaraciones dejando claro que él no es moralista, que detesta la fotografía social y que se trata de un ejercicio puramente estético. El actor y director como tantos otros de esa cofradía hedonista, amorosa y de izquierda acomodada bien representada por la política cultural de Manuela Carmena, suelen pecar de micro-colonizadores, usurpadores de espacios que no le interesan más allá de su valor productivo y egocéntrico. Uso mercantilista que genera caja. Nada nuevo, ya se veía en el cine de Almodóvar en los años de oro de la Movida. Cuando sus estilosos protagonistas peregrinaban a Vallecas a pillar para después, veloces, volver a su zona de confort glamourosa. De aquellos barros estos lodos.

El ejercicio de Casanova no encaja por forzado y vacío. Por mucho que cite a John Waters como influencia, está lejos del director americano. Quien vivió fuera del sistema durante años. En su cine y performances mostraba su mundo, no necesitó nunca bajar de su planta de privilegiado para robar el alma de aquellos que te pueden resultar exóticos visualmente.

Pero tampoco es defendible desde cualquier otra óptica. Es más, en su empeño de otorgar únicamente significado visual lo resultante es un ejercicio de mofa. Ignorancia social más cerca de los youtuberos de mente básica culpables hacer viral los videos de John Cobra que de un artista rompedor. No sé qué será lo próximo ¿Tal vez recurrir a la gente de los pueblos vestidos con sus trajes tradicionales y hacerles fotos tomando copas en el salón de su casa? 

Porque seguramente el escuadrón artístico que rodea a Edu, que viven gracias a los réditos de las redes sociales y fiestas patrocinadas, no necesitan saber que las personas que aparecen en el libro caricaturizadas, afeadas, modificadas… a pesar de sobrevivir en situaciones de extrema dificultad, son capaces de realizar actividades comunes, exactamente igual que el resto. Pero  el artisteo precisa mantenerles en su Disneyland particular.

El pequeño Fidel es un verdadero observador de contenedor, un querubín desprendido capaz de retratar un mundo ajeno. Valeroso para mover el objetivo de su cámara hasta desenfocar una realidad que no necesita de sus artificios para resultar impresionante. Si alguna vez nos lee, esperamos que no se moleste y entienda que solo se trata de una opinión meramente estética. Porque no nos interesa en absoluto el lado humano de los artistas que no generan nada, que no son nada.


No hay comentarios:

Publicar un comentario