miércoles, 4 de marzo de 2020

El patriarcado nos hace miedosas, dependientes e inseguras

Psicóloga clínica y especialista en psicoterapia, Pilar Pascual Pastor lleva más de 30 años en la atención directa a mujeres. Fue directora del Centro Asesor de la Mujer de Alcalá de Henares, donde también puso en marcha el Centro de Emergencia para mujeres y menores víctimas de violencia de género. Actualmente es coordinadora terapéutica del Espacio de Salud Entre Nosotras de la Asociación de Mujeres para la Salud (AMS) y profesora del curso de postgrado “Los malestares de género y salud de las mujeres” en la Escuela ESEN, de la que es codirectora. Entre sus publicaciones destaca el manual “La salud mental de las mujeres: la psicoterapia de equidad feminista”. Su dilatada experiencia y sus investigaciones la convierten en una autoridad en los malestares de género. En esta entrevista nos explica cómo el patriarcado enferma a las mujeres.

Pregunta. – Pilar, llevas más tres décadas en la atención terapéutica de las mujeres. Explícanos por qué nos enferma el patriarcado
Respuesta.- En primer lugar, por la educación. A las mujeres se nos sigue educando en el ser para los demás, en estar para todo, se nos educa en la sumisión, en vez de en la defensa de nuestros derechos. A las niñas se les dificulta el aprendizaje de habilidades básicas para la vida como tener seguridad personal, tomar decisiones, ser independientes y autónomas y ser asertivas. Naturalizamos las relaciones de dominación y subordinación a los hombres. Todas estas carencias y, además, tener que cumplir con los mandatos de género (todo lo que se espera de una mujer) nos enferma y son la causa de muchos de los malestares que sufrimos casi todas las mujeres en algún momento de nuestra vida.

P- También atendéis a mujeres víctimas de violencia machista en la Asociación de Mujeres para la Salud
R.- Sí, pero no hace falta ser víctima de violencia directa física o psicológica para sentirnos mal. Vivimos en una sociedad que es violenta de forma estructural, que naturalizamos y que nos parece lo normal. Desde niñas aprendemos que vivimos en una sociedad en la que se nos mata por ser mujeres y se nos agrede sexualmente de todas las formas posibles, una violencia que se tolera y se permite y cuya erradicación los gobiernos no se toman en serio. Nos enseñan que el espacio público es peligroso para nosotras. Todas esas vivencias tienen un efecto en la psicología de una mujer: miedo, dependencia e inseguridad en una misma.

P.- Lo tremendo es que todavía se nos responsabiliza a las mujeres de las agresiones que sufrimos y se justifica al agresor
R.- Lo de “no te pongas minifalda” o “si llegas tarde tiene que acompañarte alguien” lo escuchamos todos los días, de manera que si nos violan la culpa en nuestra porque no nos hemos comportado como deberíamos. Se culpabiliza a la víctima, algo que solo ocurre en los casos de la violencia de genero. Nos socializan para que seamos temerosas, dependientes y nos sintamos culpables de lo que nos sucede, lo que va en contra de nuestra salud mental. En vez de educar a los varones desde jóvenes a que no se puede agredir a las mujeres, que hay que respetarlas. No hay más que comparar en el diccionario la definición tradicional de hombre público (“que tiene presencia e influjo en la vida social”) y de mujer pública (“prostituta”, “pobre mujer”).

P.- ¿Somos conscientes de que cumplir con lo que el patriarcado espera de nosotras nos causa muchos problemas de salud?
R.- En absoluto. Cuando las mujeres llegan a nuestro espacio de salud no saben explicar muy bien lo que les pasa. Pensamos que debemos cumplir lo que se espera de nosotras y no lo cuestionamos. El mito del amor romántico es muy dañino. Nos inculcan que no podemos vivir sin un hombre y que una mujer que no se enamora y no es madre es rara, que es menos mujer. Todo eso es falso, pero desde la televisión, el cine, las revistas… continúan haciéndonos creer que el amor romántico es verdad.

P.- Como psicóloga clínica definís cuatro tipos de depresión de género, en función de cada momento vital
R.- La primera depresión que sufrimos ocurre cuando somos ‘jóvenas’, como las llamamos cariñosamente. Nos sucede cuando llega ese momento, entre los 18 y los 30 años, en el que tenemos que dejar la casa familiar y salir al exterior. ¿Qué nos pasa? Un porcentaje grande lo resume con una frase: “soy una inseguridad con patas”. Nos cuesta tomar decisiones, desde qué me pongo de ropa hasta si me voy o no de erasmus. En este tramo de edad hemos podido tener una o varias parejas y cuando nos emparejamos es bastante habitual que dejemos a un lado nuestras aficiones personales y a nuestras amigas o incluso hayamos tenido relaciones de “mal” trato. También nos preocupamos mucho por nuestro cuerpo, otra de las áreas en la que nos machaca el patriarcado y que cada vez empieza antes.

P.- Te refieres a la hipersexualización de las niñas
R.- Sí, a la presión que se ejerce sobre el cuerpo de las mujeres, que cada vez es mas temprana y que supone un claro factor de riesgo para la salud. En los colegios podemos ver a niñas de 4 años hablando sobre su cuerpo. Los niños no lo hacen. Las niñas son presentadas en los medios de comunicación como miniadultas, sexualmente excitantes, con preocupaciones y conversaciones sobre estética y belleza. Es un tipo de violencia que está muy normalizada y pasa desapercibida. Los trastornos de la alimentación, cada vez más frecuentes, se deben a esta gran presión que se ejerce sobre las niñas, las “jovenas” y las mujeres de cualquier edad.


P.- ¿Y la depresión de la mujer mediana?
R.- Afecta a la mujer de entre 30 y 50 años que está casada o en pareja y tiene hijos menores que viven en casa. Lo tiene todo, pero confiesa que no se encuentra bien y se pasa el día llorando. Aquí aparece el mandato de la maternidad, que es muy potente y un mecanismo de control del patriarcado que provoca que nos sintamos culpables todo el rato. La maternidad en esta etapa es muy complicada, sobre todo cuando quieres compatibilizarlo con un trabajo que te gusta y en el que quieres promocionarte. Nuestro proyecto personal y profesional se ve siempre tocado. Y pensar todo el rato que no podemos fallar a nadie provoca fatiga mental. Desde que no falte leche en la nevera hasta la organización de las citas médicas. Aunque tengamos una pareja que colabore, la responsabilidad recae sobre nosotras. En la mayoría de los casos, la verdadera corresponsabilidad ni existe ni se la espera,

P.- Una vez criada la prole tampoco estamos a salvo de los malestares
R.- Entonces hablamos de la tercera depresión, que afecta a la mujer mayor. Los hijos e hijas, ya mayores, muchas veces aún siguen en casa, o se han separado y han vuelto, o tienen que cuidar a sus nietos y nietas, e incluso de los abuelos y suegros. Es una mujer que no deja de cuidar, la eterna cuidadora. A esa edad han logrado un poco espacio personal y se encuentran de nuevo con la obligación de cuidar. Quieren decir que no, pero no se atreven. También suele aparecer la falta de conexión con la pareja.

P.- ¿Y qué pasa con las mujeres que llegan a los cuarenta, se han volcado en su profesión y no tienen hijos ni pareja?
R.- Tampoco se libran. Se deprimen porque de repente se dan cuenta que no han hecho lo más importante en la vida de una mujer: ser madres, el mandato patriarcal que más nos pesa. La idealización que existe sobre la maternidad es impresionante. Nadie nos informa de los aspectos difíciles y negativos de la maternidad, ni oímos que la “no maternidad” también puede ser una opción muy saludable. En la UE ya son el 20% las mujeres que deciden libremente no serlo. Cuando preguntamos a las jóvenes si quieren ser madres todas dicen que sí, que lo serán, cuando lo saludable sería decir no sé, quizá no pueda serlo (el 3% mujeres no pueden ser madres). En estas mujeres que se acercan a los 40, que quieren ser madres a toda costa, aumenta el riesgo de emparejarse con un hombre tóxico y violento.

P.- Además de la depresión existe el síndrome de género, que afecta a las mujeres que además de los malestares han sufrido violencia machista directa
R.- Así es. Nuestro equipo trabaja tres formas de violencia: haber sufrido abusos sexuales en la infancia por un hombre; violencia en la pareja, y cuando hay una separación y la mujer no consigue superarlo o sigue enganchada a un hombre maltratador a través de los hijos o el dinero. También las nuevas formas de violencia como la custodia compartida “obligatoria” y el falso síndrome de alienación parental está provocando mucho sufrimiento en las mujeres en proceso de separación.

P. En las últimas tres décadas las mujeres hemos alcanzado muchos espacios de libertad. ¿Has percibido cambios en las mujeres que acuden a terapia?
R.- Desde el momento que las mujeres accedimos a la educación el cambio fue exponencial. En una sola generación el salto fue enorme. Mi madre se quedaba con la boca abierta con todas las libertades que habíamos conseguimos. Pero la cultura patriarcal, que en España está unida a la tradición católica y religiosa, y al sistema capitalista, sigue intacta. La presión que pesa sobre las mujeres por la maternidad, la sexualidad, el ser para los demás y el cuidar gratuitamente ha cambiado muy poco. Nos imponen un modelo de pareja completamente estereotipado, las familias siguen siendo patriarcales y la educación sexista. Cosifican nuestros cuerpos, ahora con la maternidad subrogada y los vientres de alquiler. Cada vez que se intenta hablar de afectividad y sexualidad o igualdad en los colegios lo tiran abajo. Las mujeres no podemos dejar de denunciar fuerte y alto todas estas desigualdades y violencias que nos afectan directamente a la salud y a nuestro bienestar.





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