Toda persona, de forma más o
menos acentuada, creamos nuestros propios personajes. La deseabilidad social
nos presiona en esa dirección. Asumimos (o hacemos ver que asumimos) ciertas
actitudes simplemente por formar parte de nuestro grupo de referencia o tener
su aceptación. Más aún cuando queremos ampliar ese círculo, o saltar a otro.
Nuestra autoestima está en juego. Y así, poco a poco, vamos creando nuestro
personaje público, mostrándonos a los demás como queremos que nos vean.
Realidad peligrosamente potenciada por las características propias de la
sociedad de la información en la que estamos inmersos. ¡Qué fácil es crear un
personaje en las redes sociales!
Si así lo hacemos las personas en
nuestras relaciones personales, ¿qué no harán las empresas, cuando lo que hay en
juego son beneficios millonarios? Pues que pasamos de “pulir aristas” en
nuestro avatar, a auténticos espectáculos de prestidigitación. Así surgen
conceptos como el de imagen corporativa. Ni el Mago Pop. Aunque luego están los
que intentan ir de Houdini y pretenden incitar la complicidad de las plantillas
en su rollito corporativo. Por eso las cartitas que nos están mandando desde la
empresa, reconociendo nuestra gran labor durante la pandemia, que premian por
ejemplo quitando el plus transporte en determinados servicios por estar en
teletrabajo. Por eso campañas como la de “Momentos de Vida”. Sin duda, que a 25
de mayo sigamos sin los epis necesarios en los centros es un auténtico momentazo.
Aunque vitalmente no estéis compartiendo los riesgos con nosotras, ¿eh,
pájaros?
Y en estas, nos llega el curso de
formación obligatorio sobre VUESTRO Código de Conducta y Cumplimiento. Vuestro
porque no formamos parte de Grupo 5, somos trabajadoras y trabajadores de un
servicio municipal privatizado, que gestiona la empresa tras una licitación,
por lo que temporalmente somos empleados de Grupo 5. Nada más nos une. Así que
nuestra relación se fundamenta en el Estatuto de los Trabajadores y en nuestro
caso concreto de La Rosa, en el Convenio de Acción e Intervención Social.
Punto. Además, ¿qué insinuáis con el título del texto, que no cumplimos o qué?
Aquí quien no cumple es Grupo 5, como estamos viendo en PRL.
Las profesionales de la
intervención social nos regimos por los diferentes códigos deontológicos,
basando nuestro quehacer diario en nuestros conocimientos científicos y en
nuestros propios principios morales y valores éticos. No permitimos que las
empresas del sector, con sus millonarios beneficios que obtienen de detraer
recursos de los presupuestos públicos destinados a la atención social y de
nuestras condiciones laborales, nos quieran dar lecciones de ética. ¡Que
desfachatez!
Además, en plena pandemia…¿no
había otras necesidades formativas urgentes que cubrir? ¿Un curso sobre cómo
informar del COVID-19 sin alarmas innecesarias a quienes atendemos? ¿O quizá
sobre el correcto uso de los epis? Claro que igual primero hay que tenerlos.
Resumiendo, ¿Este curso era necesario? Eso sí, igual nos falta perspectiva,
porque no necesitamos para trabajar certificaciones ISO ni clientes a los que
contentar. Lo bueno es que tampoco necesitamos agasajar a nadie.
Hacemos el curso por imperativo
legal, nada más. Autonota: ¡cuidado con la bola de nieve!: si deseas conseguir
algo de alguien debes pedirle algo que le sea sencillo llevar a cabo. Si le
pides algo complicado directamente se negará a hacerlo, pero si haces
aproximaciones pidiéndole cosas sencillas y luego pidiéndole cosas más
difíciles progresivamente es más probable que acabe llegando a hacerte ese
favor difícil que en un principio se habría negado a hacerte. No va a colar, así que dejar de cansar ya con el
tema del corporativismo. Que aunque seamos mileuristas (algunos ni eso) también
conocemos a Solomon Asch.
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