miércoles, 29 de mayo de 2019

Orgullo Loco 2019

Las palabras loco y loca tienden a volverse conflictivas, incluso para alguna de las personas que formamos el colectivo de afectados por problemas de salud mental, ya que habitualmente se les otorga cierto sentido peyorativo.
La psiquiatría no les ha dado un valor o peso científico y, como consecuencia, creemos que la locura es altamente desconocida para la mayoría de los profesionales; quiero decir con esto que la psiquiatría tradicionalmente se ha centrado en los síntomas y los diagnósticos y no en realizar un seguimiento de las fortalezas y demás cualidades de las personas diagnosticadas, con el fin de empoderarlas. Si además del sentido negativo que tiene para algunas personas se les añade el concepto de orgullo la conflictividad se amplifica.
A pesar de todo, hemos optado por unir estos dos conceptos (orgullo y loco) como señal de rabia y de indignación por el mal trato que recibimos, ya que en muchas ocasiones se violan nuestros derechos fundamentales como seres humanos. Se trata de tomar la injuria y hacerla nuestra con objeto de utilizarla de manera irónica y desenfadada.
No obstante, orgullo loco cobra otros sentidos para nosotras: no se trata de estar orgullosas de nuestro sufrimiento ya que no somos tontas (loquitas sí, pero tontitas no) y entendemos que eso no tiene mucho sentido. La cuestión es que dado que es posible nuestro empoderamiento –y es por ello por lo que luchamos, entre otras cosas– podemos llegar a conseguir estar orgullosas de nuestras propias vidas o, al menos, de nosotras mismas a pesar de ellas.
Entendemos que el orgullo nos puede dar la energía suficiente para reivindicar otros fines necesarios para nosotras, como lo son la no violación de nuestros derechos fundamentales y la obtención de los apoyos precisos para no sentirnos discapacitadas en esta sociedad que nos discrimina. De ahí nuestro lema de este año: "el orgullo lo cura".
El Día del Orgullo Loco tiene mucho sentido para nosotras, y lo afrontamos con ilusión porque es consecuencia de nuestros esfuerzos por conseguir la emancipación.
Después de la salida de nuestro colectivo de los manicomios tradicionales, gracias a la reforma psiquiátrica, hemos pasado a estar en una situación en principio más favorable, pero que finalmente entendemos como paternalista y asfixiante, por parte tanto de profesionales como de nuestros propios familiares.
Creemos que no es posible nuestro empoderamiento si estamos muy medicados y si las decisiones las atoman otras personas en lugar de nosotras. Salta a la vista que sin nuestra particular iniciativa no lograríamos nunca impedir que se violen nuestros derechos fundamentales como seres humanos.
Gracias a que somos conscientes de nuestra capacidad para hacer las cosas por nosotras mismas logramos cierta autoestima, y es por ello que nos agarramos al concepto de orgullo para decir a profesionales y familiares: basta ya de recibir este trato que atenta contra nuestra dignidad como personas. Se nos niega el derecho a la información, por lo que no podemos decidir aquello que consideramos que es lo mejor para nosotras, y se nos imponen tratamientos como consecuencia del colapso de las alternativas.
Las alternativas que demandamos están encaminadas a protegernos de la violación de los derechos como seres humanos. Es decir, si se nos atendiera desde una práctica que tuviera en cuenta nuestra problemática de tipo psicosocial, los fármacos, que no son inocuos, cobrarían un papel secundario en nuestro tratamiento.
Abordar nuestros problemas desde el punto de vista psicosocial lograría un mayor conocimiento sobre la locura y sobre nuestras distintas realidades como sujetos y se nos podrían aplicar las distintas soluciones que cada cual requiriese. Esto llevaría también a que la violencia que se ejerce contra nosotras (ingresos involuntarios, contenciones química y mecánica, etcétera) dejaría de tener sentido para los distintos profesionales, porque consideramos que es fruto en gran medida del mal conocimiento que se tiene de nosotras.
El conocimiento que se genera desde las distintas disciplinas científicas termina calando en la sociedad, y estamos convencidas de que es la falta de profundidad a la hora de explicar la locura por parte de estas, lo que termina creando no es solo nuestro descontento hacia los profesionales que se supone que tienen en sus manos estos conocimientos sino también hacia la sociedad que los reproduce y como consecuencia nos discrimina.
Queremos trasladar nuestro descontento con el sistema capitalista. Pensamos que el colapso de alternativas a la visión biologicista de los trastornos mentales tiene, de fondo, importantes intereses económicos.
La solución que aporta la psiquiatría tradicional a nuestro colectivo se basa en los fármacos, y el beneficio económico producido a la industria farmacéutica por ello es enorme. Esta se beneficia de tal modo que se permite financiar numerosos estudios científicos que amplían el argumentario en torno a la explicación biológica de los problemas mentales, con lo cual la psiquiatría tradicional se convierte en la portadora del discurso dominante en relación a los problemas de salud mental, con lo que ello conlleva en perjuicio de nosotras.


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